Duras palabras suenan una
y otra vez en mi mente, como puñales se clavan en mi pecho, haciendo añicos mi
corazón. Causan tanto dolor a mi corazón, que ni las lágrimas consiguen brotar
de mis ojos. A veces no nos damos cuenta del daño que podemos hacer con unas
simples palabras, incluso en algunos casos son más dañinas que una torta. Y más
si son pronunciadas por la persona que quieres. La tristeza invade mi ser,
mientras espero una disculpa, muestra de reconocer su equivocación aunque a sabiendas
de que eso no podrá compensar el daño sufrido, al menos evitara que sigamos
otro día más sin hablarnos.
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